Objeto encontrado // Espacio Familiar.
El 14 de julio se realizó en la sala de
exposiciones del Parque Biblioteca Manuel Mejía Vallejo, Guayabal la
dinamización de las obras "Objeto encontrado" y "Espacio
familiar" de los artistas Maribel Gordillo y Gabriel Maldonado, dos
potentes obras obstinadas en materializar objetos perdidos que luego son
obsesivamente encontrados, objetos latentes que casi logran saltar de los
lienzos, objetos colmados de recuerdos que, sin duda, evidencian las
nostalgias como puntos de partida para el ejercicio estético.
La suerte del encuentro.
Como parte de la dinamización de
exposiciones que realiza el canal de Gestión Social y Cultural del parque
mensualmente, se invitó a estos artistas para conversar con los usuarios
acerca de aquellos objetos que han dejado plasmados en los lienzos con la
intención de que parezcan deseosos de escaparse de allí e instalarse en
los terrenos húmedos de la nostalgia. Pero también fueron invitados para
demostrar que un objeto cualquiera, que hace parte de la cotidianidad
o hasta de la basura, puede convertirse en algo distinto si logramos
desplazarle su significado.
Para ello, se invitó a los usuarios para que trajeran al conversatorio objetos encontrados de camino a la biblioteca, u objetos encontrados en el desván olvidado de sus casas, u objetos encontrados, con suerte, en los bolsillos de los pantalones. Isabel, la más pequeña del grupo, encontró abandonado un cochecito morado en el que solía pasear a sus muñecas cuando era aún más peque, pero que ahora estaba desvencijado y únicamente recordado por el polvo. Bayona, el de la mirada enmarcada por unos lentes pequeños y rectangulares encontró una pieza que se desprendió de un carro y que, según su conocimiento de mecánica, lo dejó con la dirección reventada. Algunos chicos trajeron botellas plásticas de gaseosa, todavía olorosas a frutas empalagosas. Simón trajo una larga tira de chances con la suerte echada a perder, una tira de plástico para el estrés y mucha cinta transparente; y Maribel, la artista invitada, trajo una caja de madera y una triste muñeca con la cara rota, sucia y olvidada.
La idea era crear con todos estos
objetos una escultura; y así fue: todos los presentes comenzaron a sugerir
ubicaciones celestiales para la muñeca rota, que fue el objeto en el que se
concentró la energía de la obra; le hicieron desafortunados vestidos con la
tira de chance y la guindaron sobre una rígida estructura de cochecito. Con
cinta en mano, fueron ajustando los objetos en lugares fijos, y sin una
conciencia plena, fueron componiendo una escultura de objetos encontrados que fue
ganando nuevos significados con cada uno de los aportes. Toda una obra de
arte; una obra colaborativa y consensuada, casi tan orgullosa y altiva como los
Ready Mades famosos con los que Marcel Duchamp revolcó el mundo del arte en Europa a principios del siglo XX.
Al final, lo más importante, era
nombrar la obra para terminar de dotarla de sentido. Después de un pequeño
consenso todos levantaron la mano para aprobar "la suerte del
encuentro", un nombre polisémico que se refiere tanto a los elementos
que componen la obra, como a la fortuna de poder generar espacios como este, en
los que el arte, el recuerdo, la cotidianidad, la cocreación y el
aprendizaje se unen para que tengamos al menos una excusa para encontrarnos
unos con otros.
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